Si no estamos completamente presentes,
no estamos en realidad vivos.
En tal caso, no estamos aquí,
ni para nuestros seres queridos ni para
nosotros.
¿Y dónde estamos cuando no estamos aquí?
Estamos huyendo y
siempre huyendo…
aun en medio del sueño.
Huimos porque tratamos de
escapar de nuestro miedo.
Mal podremos disfrutar de la vida
si
perdemos el tiempo y la energía preocupándonos
por lo que sucedió ayer o
lo que
sucederá mañana.
Si tenemos miedo, no nos daremos cuenta
del
milagro que supone estar vivos
y de que podemos ser felices ahora
mismo.
En la vida cotidiana, tendemos a creer
que la felicidad solo es
posible en el futuro.
Siempre estamos buscando condiciones
“adecuadas”, de las que supuestamente ahora
carecemos, para ser felices.
Ignoramos que eso está ocurriendo ahora mismo.
Buscamos algo que nos haga sentir
más estables y más seguros.
Pero
tenemos miedo a lo que el futuro pueda
depararnos, tenemos miedo a
perder nuestro
trabajo, a perder nuestras posesiones y
a perder a las
personas que amamos.
Por ello anhelamos ese momento mágico,
que
siempre se halla en el futuro, en el que
todo será, finalmente, como
queremos.
Olvidamos que solo es posible vivir
la vida en el presente.
Como dijo Buda:
«Es posible vivir felizmente
en el momento presente.
En realidad, este es el único momento».