"Yo soy porque nosotros somos." UBUNTU





Un antropólogo propuso un juego 
a los niños de una tribu africana. 

Puso una canasta llena de frutas 
cerca de un árbol y le dijo a los niños
 que aquel que llegara primero
 ganaría todas las frutas. 

Cuando dio la señal para que corrieran, 
todos los niños se tomaron de las manos 
y corrieron juntos, después se sentaron 
juntos a disfrutar del premio. 

Cuando él les preguntó por qué habían
 corrido así, si uno solo podía ganar 
todas las frutas, le respondieron:
 UBUNTU,
 ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz
 si todos los demás están tristes?

UBUNTU,
 en la cultura Xhosa significa:
 "Yo soy porque nosotros somos."



Uno de los ejes sobre los que gira 
la cultura neoliberal es el individualismo, 
que está inextricablemente unido 
a la competitividad. Hoy se entiende pronto que 
cada uno tiene que ir a lo suyo y que hay que
 ganar a los otros para alcanzar el éxito.
 Los demás no son compañeros, sino rivales.
 Los otros, no son potenciales colaboradores,
 sino probables enemigos. Hay que competir 
con los otros para llegar a conseguir la cesta 
de las frutas. Y, en muchos casos, valen zancadillas
 y empujones para conseguirlo. 

Esa es la tercera característica:
 el relativismo moral. 
Para ganar a los otros, vale todo.

 Alguna vez he contado la historia de una madre 
que pide limosna con su hijo.
 La madre le dice:
 
– Hijo qué pena esta vida,
 tener que pedir limosna, con la insolidaridad 
que hay, con la vergüenza que da pedir. 
A veces hace mucho frío, 
a veces demasiado calor…

El hijo, que ya sabe muy bien por dónde 
van los tiros, que ha aprendido muy bien 
la lección del egoísmo que se dicta en 
“la escuela del mundo al revés”, de la que 
habla Eduardo Galeano, le dice a 
su madre con aplomo:


– Mamá, tú no te preocupes por mí.
 Quédate tranquila. 
Porque estoy convencido de que el día de 
mañana yo voy a ser multimillonario
 y tú ya solo tendrás que pedir para ti solita.

Ganar a los otros y disfrutar en exclusiva 
de la cesta de frutas se ha convertido
 en una obsesión. Es ganar a los demás lo que hoy
 nos hace sentir bien. 
El ver a los otros por detrás en la clasificación.
 Es la obsesión de los rankings.


Es muy sabia la filosofía de la cultura Xhosa:
 “Yo soy porque nosotros somos”. 
Creo que en ella echa sus raíces la felicidad. 

Su contraria
 (yo soy porque gano a los otros, 
yo soy porque venzo a los otros,
 yo soy porque puedo a los otros, 
yo soy más porque tengo más que los otros) 
nos llevará a todos a la infelicidad.

Me cuesta ver cómo entre mis estudiantes 
se produce una tremenda competición por 
conseguir buenos resultados. 

No eran así las cosas, o no era tan así,
 cuando yo estudiaba. Me contaba hace unos días
 un médico amigo (mejor dicho, un amigo médico)
 que, cuando estudiaba en la universidad, 
un pequeño grupo tomaba apuntes para todos,
 los elaboraba, los pasaba a limpio y los compartía 
con todos los compañeros. El grupo prestaba esa
 ayuda a los demás, generosamente,
 desinteresadamente.
 Hoy es casi impensable.

Hace unos años me entregaron un trabajo 
con una observación anotada en un postit: 
“El capítulo 4 está peor hecho porque ha
 sido el trabajo presentado por X. Te pedimos que 
lo tengas en cuenta en la calificación pero que
 no le digas a X nada sobre esta nota”!.

Estoy llamando la atención sobre un hecho
 preocupante, sobre el peligro de que en la cultura
 se instalen como patrones del comportamiento 
deseable los tres vértices de un triángulo maldito:
 individualismo, competitividad y relativismo moral.

“El interés no tiene templos, pero es adorado 
por muchos devotos”, decía Voltaire.

 El mejor practicante de este credo es aquella
 persona que es capaz de entrar después de ti
 por una puerta giratoria y salir antes.


La escuela debe ser hoy, a mi juicio, 
una institución contrahegemónica, que va 
contra la corriente. Se me dirá que es difícil ir 
contracorriente, que es más fácil ir a favor, pero 
creo que es imprescindible enseñar a las personas 
la solidaridad y el respeto a la dignidad humana,
 sin los cuales el mundo no sería habitable. 
La solidaridad se educa. Y se educa no solo 
elaborando teorías, sino desarrollándola 
en la práctica.

Me preocupa que el conocimiento que se 
adquiere en las escuelas, institutos y universidades
 sirva para engañar, explotar y dominar a los demás. 
Si así fuera, lo que se estaría consiguiendo en
 las instituciones educativas sería perfeccionar
 y hacer más sofisticada la ley de la selva.
 Entonces ya no solo importaría la fuerza
 para sobrevivir, importaría el 
conocimiento adquirido.

No creo que esta filosofía nos lleve a buen puerto.
 Creo, más bien, que la forma de pensar y de
 actuar de los miembros de la tribu africana nos 
conducirá a unas cotas más altas de justicia 
y de felicidad. 

Pienso que las “culturas fracasadas”, 
como sostiene José Antonio Marina en su libro
 del mismo título, son aquellas que conducen a
 un mayor nivel de injusticia, 
a pesar de todo su progreso técnico.


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